Quizá este comienzo de este escrito pueda parecer obvio para
mucha gente, un comienzo innecesario quizá, pero define para mí y para millones
de nuevos ciudadanos españoles, por qué nos sentimos hoy orgullosos y
agradecidos al mismo tiempo.
Mi preocupación cuando escribo estas líneas es el ser capaz
de expresar mi profundo agradecimiento a la persona que considero mi primer y
único presidente como ciudadano español.
Nací en Vitoria en el año 1960 y sin embargo no fue hasta el
año 2005, con 45 años cuando finalmente adquirí la nacionalidad española de
pleno derecho.
Hasta entonces tan solo fui un apátrida en mi propio país,
hasta entonces no fui más que un ser degenerado y pecaminoso en mi propia fe,
la católica, hasta entonces tuve que temer ser ilegal en mi primera juventud e
incluso ir a la cárcel simplemente por desear o amar a otra persona, hasta
entonces solo pude temer el desprecio de mis conciudadanos, el de mis amigos,
el de mis compañeros de estudios o de trabajo, el de mis familiares, el de mis
propios padres, a los que aun hoy en día les cuesta reconocer que su hijo es
homosexual.
Nací en una hermosa y cuidada ciudad, en un lugar hermoso
donde vivir, donde una familia cualquiera puede ser feliz. Sin embargo con 30
años salí de ella para venirme a vivir a Madrid, muerto de soledad, por no
poder enfrentarme a mi realidad, por no saber en quien confiar, por miedo al
desprecio de los demás, por miedo incluso de aquellos que dicen proclamar la palabra
de Dios y el amor al prójimo.
Aquí en Madrid encontré una sociedad que me acogió sin
preguntar de donde venia, ni cuál era mi orientación sexual, aquí en esta
ciudad conocí al amor de mi vida, a mi marido, y fue aquí donde aprendí, poco a
poco a ser yo mismo, a sentirme orgulloso de mí mismo, a darme cuenta de que
nadie tenía derecho a despreciarme.
Fue un proceso lento y doloroso, un camino difícil que
recorrí junto a Enrique, mi marido, proceso que aun continua en algunas
ocasiones, porque aun quedan muchas cosas que conseguir en nuestra sociedad.
Pero en este proceso hay una fecha que quiero recordar, que
no creo que olvide jamás, la fecha en la que el Sr. José Luis Rodríguez
Zapatero leyó su discurso de investidura en el año 2004.
En él hacía
referencia directa a su intención de reconocer finalmente los derechos de
ciudadanía a los homosexuales de nuestro país. Ese día comenzó para mí y para
tantos y tantos españoles el camino hacia nuestra dignidad ciudadana, por fin
ese día el Estado, el Parlamento de la Nación, y las instituciones públicas
comenzaron a trabajar para reconocer los derechos que se les reconoce a los
demás ciudadanos españoles por el mero hecho de nacer en nuestro país, y ese
comienzo se inició en los primeros momentos de la acción política del Sr. Rodríguez
Zapatero como candidato a la Presidencia del Gobierno de la Nación. Pero lo más
importante para todos los ciudadanos de este país que pertenecemos a una
minoría sexual, es que sus promesas no se quedaron en papel mojado sino que
cumplió con su palabra y promovió leyes que nos devolvieron nuestra dignidad,
que nos hicieron por fin ciudadanos españoles.
Porque se trata de la dignidad como ciudadano y no solo de
derechos vanos.
No se trata de poder hacer una frívola ceremonia de
matrimonio, de poder tener unos papeles que acrediten que nos queremos o
queremos vivir juntos, se trata de sentirse respetado como son respetados los
demás ciudadanos, como son respetados y queridos los demás españoles, que se quieren y deciden compartir sus vidas
en nuestro país. Se trata de poder sentirse ciudadano de pleno derecho, se
trata de sentirse respetado y no como un ridículo mariquita no apto para una
institución sagrada como el matrimonio. Se trata de no sentirse ni pera ni
manzana, sino ciudadano, de sentirse orgulloso de ser ciudadano español, y yo
personalmente me siento orgulloso de serlo, gracias al trabajo y el esfuerzo de
mi único y primer presidente, el Sr. Zapatero.
Sé que como demócrata debo aceptar al actual presidente el
Sr. Rajoy, como presidente de la Nación, porque así lo han decidido
democráticamente mis conciudadanos, pero no puedo por más que expresar mi más
profundo desprecio por la política desleal que ejerció en la oposición al
gobierno del Sr. Zapatero y a toda la Nación Española, y por la actitud
farisaica que demostró permitiendo que presentara su grupo político el recurso
de inconstitucionalidad contra la ley que nos reconoce los derechos a los
homosexuales, y por la cobardía de dejar en manos del Tribunal Constitucional
la denegación de ese recurso vergonzante, no teniendo una vez más el valor de
retirarlo él mismo.
Como Demócrata he de aceptar al representante del PP como mi
presidente, como persona y ciudadano, tan solo puedo ver a un hipócrita que
atenta contra mis derechos y el de cientos de miles de españoles, actitud que
tan solo avergüenza a la institución a la que representa. El Sr. Zapatero ha
podido cometer muchos errores en su gestión como presidente del Gobierno, pero
han sido errores del que orienta su acción política hacia la defensa del más
débil, nada que ver con la hipocresía, la manipulación y la mentira que
caracteriza la actuación del ejecutivo actual y de su exasperante presidente,
movidos tan solo por la defensa de los privilegios del que más tiene y de sus
propios privilegios. A pesar de lo que muchas personas creen, no todos los
políticos son iguales.
Por ello, de momento en
mi fuero interno solo puedo reconocer a un presidente, el Sr. Rodríguez
Zapatero, al que quiero expresar desde estas líneas, todo mi agradecimiento, todo
mi afecto y todo mi respeto, y al que quiero expresar mi solidaridad por lo
injustamente que está siendo tratado, aunque estoy seguro que tarde o temprano
se le reconocerá su gran talla como político y como persona.
GRACIAS SR PRESIDENTE,
José Antonio Aguilar Guerrero, ciudadano español.
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